Es un método que permite obtener un rosal sobre sus propias raíces y no depender de un pié de injerto (el rosal huésped), que produce los tan temidos chupones o serpollos que terminan con el rosal que queríamos cultivar.

Tiene como inconveniente que se debe esperar un año a que el gajo eche sus raíces y crezca lo suficiente para colocarlo en el jardín.

No desanimarse al hacerlo, siempre tener en cuenta que no todas las rosas se prestan para este tipo de reproducción.

El gajo ideal debería tener 20/25cm. de largo aproximadamente, del grosor de un lápiz de un tallo del rosal de un año de madurez con yemas en los dos extremos.

Quitar el follaje y los aguijones que tuviera e introducir el extremo inferior del tallo en polvo de enraizar.

Luego plantarlo en el sustrato preparado, con una profundidad de la ½ de su largo, un poco inclinado.

Facilita mucho el éxito el utilizar el sustrato adecuado y polvo de hormona para enraizar.

Colocar en una maceta o si se prefiere en un rincón protegido del jardín hasta que vaya a su lugar definitivo.

La época en la zona del Gran Buenos Aires es cuando ya la planta se adormece, perdiendo el follaje, en Junio-Julio.

Recordar que el pequeño rosal logrado ya para la Primavera, se debería dejar quieto hasta pasado un año para que las raíces se desarrollen bien.

Luego sí, en el Otoño- Invierno siguiente trasplantarlo en el lugar elegido.

¡IMPORTANTE!

No olvidar las condiciones climáticas de la zona en que se trabaja ya que las heladas y los vientos no son para nada favorables.

En este caso cuando hablamos de climas inhóspitos los gajos deberían estar en macetas, protegidos en un pequeño invernáculo hasta que prosperen y en la Primavera exponerlos gradualmente al exterior.